Los problemas del lenguaje o la afasia en la enfermedad de Alzheimer

Entre los síntomas cognitivos de la patología de Alzheimer es la pérdida de aptitud para expresarse y para comprender el lenguaje. Es lo que, en términos especialistas, se conoce como afasia. En esta enfermedad, esta alteración del lenguaje hace aparición de forma gradual, realizando cada vez más difícil la comunicación con la persona afectada. Comunmente, las modificaciones del lenguaje verbal se manifiestan, de manera aproximadamente simultánea, con las del lenguaje escrito (en un caso así, tiene por nombre agrafia, mostrándose también dificultad para representar las letras y números adecuadamente).

Índice
  1. La afasia afecta tanto a la expresión como a la entendimiento 
  2. De qué forma actuar frente situaciones específicas de perturbación del lenguaje por el Alzheimer

La afasia afecta tanto a la expresión como a la entendimiento 

Con la patología de Alzheimer, el lenguaje se ve perturbado, paulativamente, tanto en la expresión como en la comprensión:

El lenguaje expresivo se refiere a la capacidad de hablar y ser entendido

En fases iniciales, tienen la posibilidad de aparecer dificultades para encontrar las palabras adecuadas, ocasionando silencios o bloqueos cuando la persona perjudicada se expresa. Con la progresión hacia la fase moderada, se va a hacer poco a poco más recurrente y, para compensarlo, es frecuente que se den rodeos para señalar una palabra (técnicamente, circunloquios), que se emplee una palabra por otra (parafasias), aun que se empleen expresiones no existentes, inventadas (neologismos).

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En el momento en que se alcanzan fases destacadas, el lenguaje expresivo se ve con limite a un número achicado de palabras y la persona perjudicada por la afasia puede farfullar o murmurar, siendo claramente bien difícil, aun irrealizable, comprender lo que está diciendo. 

El lenguaje receptivo, por otra parte, es la capacidad de entender a los demás

Al comienzo, la falta de comprensión está muy ligada a la dificultad para retener y procesar información en un corto plazo, por lo que las cuestiones complejas, oraciones largas, diálogos con mucha información, etcétera. van a ocasionar que su entendimiento global se vea limitada. Más adelante, varios términos y vocablos van dejando de tener significado para la persona con Alzheimer.

La interpretación del lenguaje no verbal, los gestos, las expresiones faciales, el tono, está mucho más preservada respecto al verbal a lo largo de toda la patología. De ahí que, es clave acompañar muy bien de todos estos elementos la comunicación. 

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En la mayoría de las situaciones, las dificultades para expresar y entender no corren paralelas. Así, una persona puede comprender mucho más de lo que es capaz de decir o, al contrario, charlar bastante bien pero comprender poco de lo que se le afirma. Por tal razón, es esencial tener la precaución de no decir jamás frente a la persona con Alzheimer cosas que no tenemos ganas que oiga o entienda, así como no charlar nunca en su presencia como si no estuviera

La afasia, además, no es buen indicio del grado de pérdida de otras funciones. Por ejemplo, un individuo con una gran alteración del lenguaje quizás pueda desenvolverse razonablemente bien en muchas ocupaciones diarias en las que el lenguaje no sea esencial para su avance.

De qué forma actuar frente situaciones específicas de perturbación del lenguaje por el Alzheimer

Hay algunas actuaciones que tienen la posibilidad de ayudar a resolver algunas situaciones específicas con referencia a la afasia, como por ejemplo:

  • La persona afectada tiene mucha contrariedad para conseguir las palabras adecuadas.
  • Lo que afirma semeja incomprensible y tiende a aislarse para eludir tener que estar comunicado.
  • La persona afectada no comprende lo que se le enseña.
  • Exhibe incomodidad o irritación cuando se le charla.
  • Dice muchas palabrotas o expresiones malsonantes.

La persona perjudicada tiene mucha contrariedad para localizar las palabras adecuadas

Ante estas dificultades hay que ofrecer tiempo a la persona para que se exprese, no enseñar impaciencia ni llenar las frases por ella. Es necesario acostumbrarse y admitir con normalidad los rodeos que utiliza para referirse a las cosas y no corregir ni proporcionar regularmente la palabra que está buscando, lo que le puede frustrar. Hay que ser tolerante y mostrar nuestra intención de entenderla. Puede asistir, si se inhabilita, ofrecerle, pausadamente, expresiones de forma interrogativa, para que, quizás, pueda escoger la correcta (Por poner un ejemplo: “¿Te refieres a la… radio?... televisión?... al computador?...).  

Lo que dice semeja incomprensible y tiende a aislarse para eludir tener que estar comunicado

En estas situaciones, es útil animar a la persona a expresarse de formas elecciones o ampliar los canales de comunicación. Podemos animarle a señalar, a gesticular, a tocar las cosas o a la gente a las que se refiere… Pero también es clave que sus posibles interlocutores estén al tanto de sus adversidades y proporcionarles ciertas indicaciones para facilitar la comunicación. 

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La persona perjudicada no entiende lo que le se le explica

Ante inconvenientes de entendimiento debemos asegurar, primeramente, que la persona nos escucha y nos presta atención. Mencionarle las cosas lentamente y con tono despacio va a facilitar su entendimiento. Hay que intentar emplear frases cortas, con vocabulario fácil, y dando tiempo a que procese una parte de la información (tratando de garantizar que la ha comprendido) antes de pasar a la siguiente. Fortaleciendo la comunicación no verbal (señales, movimientos, expresividad facial, tono…) vamos a dar mucho más elementos de acompañamiento para hacer más simple la entendimiento.

Exhibe incomodidad o irritación en el momento en que se le charla

Esta actitud puede ser como consecuencia de la excesiva sobreprotección o la tendencia al paternalismo por parte de quienes le rodean. Debemos tratar de evitar hablarle de manera  afín a de qué manera lo haríamos quizás con un niño. En ocasiones, si bien con la intención de mostrar cariño o hacer el lenguaje más comprensible, se emplean formas de expresión que pueden atentar contra la dignidad de la persona, y ésta lo puede sentir así. 

Por eso, hay que procurar huir del abuso de una entonación exagerada o el frecuente empleo de diminutivos, o de dirigirnos a la persona por apelativos que, si no fuera por su enfermedad, no emplearíamos con ella (“cielo”, “tesoro”, “precioso/a”...) y llamarla por su nombre o como siempre haya sido de su prioridad. No proteger estos datos puede contribuir a que la persona con Alzheimer se retraiga y se muestre esquiva. 

Afirma muchas palabrotas o expresiones malsonantes

Varias personas con demencia recurren al empleo de expresiones malsonantes, incluso cuando antes nunca lo hacían. Todos las usamos en alguna ocasión, pero disponemos la capacidad de supervisar su empleo o reprimirlas si resulta conveniente. En el momento en que se altera la capacidad sociable, las palabrotas tienen la posibilidad de aparecer espontáneamente en el momento en que la persona hace esfuerzos por expresarse. 

No es algo intencionado, sino más bien, una vez más, resultado de las modificaciones cerebrales que padece. En algunos casos puede ser de ayuda procurar anticiparse a las frustraciones que logre experimentar y reducir así el agobio que logre sentir. Sin embargo, la manera más óptima de abordar ocasiones de lenguaje malsonante es aceptar que se trata de un producto de la demencia y que la persona afectada tiene poco control sobre ello.

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